LA HIENA DE QUERÉTARO : HISTORIA DE UNA INFAMIA

De entre todos los horrores en el mundo, ninguno se compara con el de una persona despiadada que aniquila los sueños de un infante, y peor aún, el que asesina a tres niños en una sola noche, en un instante que será capaz de perdurar para mostrar hasta qué punto el infierno está en esta tierra y los demonios despiadados acechan en los rincones de las casas.

Cuando la policía penetró en aquella nauseabunda casa, un lugar monstruosamente infecto y lleno de manchas de sangre, marcada con el número 408, los chicos, hijos de Claudia -la despiadada madre que actuó como una bestia inconsciente-, ya habían compartido el mismo destino en habitaciones distintas y con diferente grado de sufrimiento, pero los tres estaban ya bien muertos y todos con la misma última expresión de terror al ver que su propia madre les devoraba la vida.

¿POR QUE UNA HIENA?

La hiena representa lo profano, todo lo contrario a la conducta que manifestaba Claudia, quien daba clases de catecismo en un colegio religioso. Por otra parte, este animal es esencialmente nocturno. A Mijangos Arzac, inmediatamente después de los fatídicos hechos del 24 de abril, se le bautizó como La Hiena de Querétaro, pero quizá fue irónicamente mal nombrada por los medios en aquel entonces, ya que “hasta las hienas quieren a sus hijos”.

¿O acaso ella no quería a su progenie? Hay quien mata a sus vástagos por amor (Elvira Luz en 1982 los mató porque no tenía para darles de comer; Mireya Agraz, en 2017 porque perdió la custodia); hay quien lo hace por odio (quizá el caso de La Ogresa de la Colonia Roma), pero en pocos casos el occiso puede darse el lujo de afirmar no recordar lo que hizo; se les llama esquizofrénicos, y a Claudia, después de lo ocurrido y tras una serie de estudios, se le diagnosticó esta enfermedad.

Sin embargo, no es ella -a pesar de su padecimiento- la víctima en sí misma, sino sus tres inocentes hijos que jamás imaginaron que su propia madre podría atentar contra ellos. Estas líneas no pretenden redimir a la culpable ni pretenden prolongar condenas, sino simplemente son para recordar lo que nunca más debe ocurrir

NOCHE DE MUERTE EN CASA MALDITA

El 24 de abril de 1989 se sacudió la noche en Querétaro. Y en el aire se escucharon lamentos desgarradores: “¡No mamá, no lo hagas!", los cuales alertaron a algunos vecinos de calle Hacienda del Vegil. Luego, un silencio abrumador como de cementerio. Y por la mañana del 25, toda la ciudad se despertaba estremecida con la noticia de que Claudia Mijangos Arzac les había, literalmente, arrancado cruelmente la vida a sus tres hijos a puñaladas.

Ya avanzada aquella noche, el pequeño Alfredo fue quien despertó primero al llamado de su madre. Y a pesar de su fragilidad y confianza depositada en quien le dio la vida, en ese momento su pesadilla fue despertar para acabar sus días de forma cruel.

Su madre -se ha dicho ya en repetidas ocasiones- fuera de sí misma, clavó sin piedad un cuchillo en el frágil cuerpo de su pequeño y él sucumbió ante el terrible dolor y las heridas.

Luego, su hermana, al atestiguar el crimen, le gritó a su madre para que se detuviera, pero ésta canalizó su demencia o delirio hacia su hija, a quien asesinó del mismo modo que su hermanito

Y, finalmente, Claudia Mijangos se dirigió a la última habitación donde quedaba su otra hija, para mecanicamente repetir la operación aberrante contra la última víctima.

Cuando terminó el frenesí, reunió a sus hijos y los depositó en una misma cama; finalmente, se recostó a dormir con las huellas del crimen para olvidarlo todo.

MÁS ALLÁ DE LA REALIDAD

Días posteriores al acontecimiento, cuando se logró interactuar con la señora Mijangos, los médicos se percataron de que estaban frente a una persona en estado alto de esquizofrenia, ya que tenía percepciones distorsionadas de la realidad y parecía asustada, ansiosa y confundida, todos síntomas que presentan las personas que viven en un mundo distorsionado por alucinaciones y delirios.

Así pues, debido a su situación mental, se consideró una medida de seguridad acorde con su condición de inimputable, ya que lo que requería Claudia era que se le pusiera en custodia de una institución especializada que le brindara la atención necesaria para no poner en peligro a nadie que la rodeara, así como para su rehabilitación por el término de la sentencia que se le imputó por el delito cometido

Dicen que no hay noche más oscura que aquella justo antes del amanecer. Y eso lo supo Claudia al incorporarse súbitamente de su cama, tras un sueño estrepitoso que la había hecho sudar. Voces extrañas se apoderaban de sus pensamientos y de su voluntad…

Corría el año de 1989. Todo era nebuloso en la mente de aquella joven de 33 años. Su alma no encontraba sosiego.

Las primeras horas de aquel lunes de abril marcaron en el calendario una pesadilla difícil de olvidar en el tranquilo fraccionamiento Jardines de la Hacienda, en la ciudad de Querétaro, donde se escribió uno de los casos más impactantes de aquella época al conocerse la espantosa muerte de tres niños en la casa 408 de la Calle Hacienda Vegil.

Luego de ser detenida, le diagnosticaron lesiones cerebrales y esquizofrenia, por lo que fue declarada inimputable.

El psiquiatra que la evaluó, Armando Fonseca, concluyó que Claudia tenía epilepsia en uno de los lóbulos temporales del cerebro, que son los que controlan las emociones.

Este tipo de epilepsia produce síntomas como ausencias y pérdida de la conciencia del entorno. Personalidad paranoide, decían los estudios clínicos.

Y a treinta años de distancia, su nombre vuelve a ser noticia al quedar en libertad.

Recientemente abandonó el área psiquiátrica del penal de Tepepan, Xochimilco, acompañada de una sobrina.

El Tribunal Superior de Justicia del Estado de Querétaro dio por cerrado el caso.

Go up