La leyenda de el monte de las ánimas

El Monte de las ánimas, adaptación de la leyenda de Bécquer
Gustavo Adolfo Bécquer narró una historia basada en un relato que escuchó. Se trata de ‘El Monte de las ánimas‘, una historia terrorífica que él narra como leyenda soriana. En esta ocasión, esta leyenda de Bécquer se cierne en torno a un joven enamorado de una dama orgullosa y vanidosa, incapaz de medir las consecuencias de sus actos y palabras. Esta es sin duda una de las mejores leyendas del poeta sevillano.

Cuentan en Soria una historia que aconteció hace muchísimos años. Existe un monte, antaño guarida de los templarios, que se convirtió en el escenario de una sangrienta batalla campal. A ese monte le llaman El Monte de las ánimas.

Un día, previo a la noche de Todos los Santos, cabalgaban en cacería dos jóvenes nobles: el conde don Alonso de Alcudiel y su prima Beatriz, de la que el muchacho estaba enamorado. Pero, tras adentrarse por el monte en busca de lobos, el joven de pronto se paró e hizo una seña al resto de comitiva para que se detuviera:

-¡Alto! ¡Volvamos al palacio! Aquí comienza ya el Monte de las Ánimas, y ya es tarde.

Todos asintieron y comenzaron a dar la vuelta sin decir nada. Todos, menos Beatriz, que no parecía conforme:

– ¿Y qué pasa por que sea el Monte de las Ánimas?- preguntó en tono ingenuo y desafiante.

– Prima- dijo Alonso con dulzura- Es normal que no conozcas las historias de estas tierras sorianas. Llevas muchos años en la corte francesa. Pero yo te la contaré según regresamos a palacio. Créeme, no debemos estar aquí a partir de ciertas horas.

Y según regresaban en sus caballos al palacio, Alonso le narró la leyenda que habitaba entre los árboles, la espesa niebla y las ruinas del convento templario que coronaba ese monte.

La turbulenta historia del Monte de las ánimas

– Hace mucho, tras la reconquista a los árabes de estas tierras, el rey pidió a los Templarios venir a vigilar esta zona- comenzó a narrar Alonso-. Ellos, como religiosos y luchadores, eran en principio los más indicados para no dejar pasar de nuevo al enemigo. Se instalaron en este monte, en un convento que ahora está ruinoso. Pero los nobles se enfadaron, ya que consideraron una ofensa encargar a otros la defensa de su ciudad. El odio entre nobles y templarios aumentaba. Los templarios habían prohibido cazar en su monte a los nobles, y éstos les desafiaban constantemente invadiendo los terrenos.

Un día, previo a la noche de Todos los Santos, un día como hoy, nobles y templarios libraron en el monte una sangrienta batalla. Murieron prácticamente todos. El monte estaba regado de cuerpos esparcidos y sangre fresca. Los cuerpos se enterraron juntos en el convento, tanto nobles como templarios. Enemigos juntos, unidos para siempre a la fuerza.

Cuentan que desde entonces, cada año, durante la noche de todos los Santos, las ánimas de los guerreros ascienden al mundo de los vivos , y sus esqueletos comienzan de nuevo a correr por el monte, en busca de presas y enemigos. Nadie debe atravesar el monte entonces si no quiere unirse a ellos para siempre.

Beatriz, que no creía nada en todas esas historias, le miró con ojos burlones:

– Alonso, no creo que sea para tanto. Son historias que cuenta la gente.

Y ambos siguieron el camino en silencio hasta llegar al palacio.

El Monte de las ánimas: Los presentes de Alonso y Beatriz

Una vez en palacio, tuvo lugar una suculenta cena, y tras la cena, las ancianas comenzaron a contar historias de miedo al resto. Mientras, los jóvenes, sentados frente al calor de la chimenea, preferían hablar de su futuro:

– Beatriz, me gustaría entregarte un presente antes de que vuelvas a Francia- dijo Alonso, con el corazón desbocado por la emoción- ¿Recuerdas ese broche que sujetaba las plumas de mi sombrero el día que llegaste? Noté tu mirada y sé que te gustó muchísimo. Ese broche fue el mismo que sujetó el velo de novia de mi madre el día de su boda. Ella misma me lo regaló, y ahora quiero que tú lo guardes, para que un día, el día de tu boda, también puedas usarlo en tu precioso pelo. La joven, algo turbada y un tanto insolente, respondió:

– Alonso, esos regalos deben entregarse el día de la boda.

– Sí, lo sé- añadió el joven- Pero es Día de todos los Santos y por tanto, es tu santo también. Acéptalo como un regalo ahora.

La joven lo tomó en las manos, un poco a regañadientes, y Alonso le preguntó:

– Y tú, ¿no tienes nada para mí?

Y ella, con sonrisa pícara, dijo:

– Bueno, es que… ¿recuerdas esa banda azul que llevaba el otro día y que tanto te gustó, que dijiste que sería tu talismán en los combates?

– ¡Sí! ¡Claro que me acuerdo!- dijo entusiasmado el joven.

– Pues… resulta que la perdí.

– ¿La perdiste, ¿dónde?

– En el Monte de las Ánimas.

– Oh, qué lástima- dijo él- Si fuera cualquier otro día, iría a buscarla, sin importar la hora. Pero claro, hoy no puede ser…

– Ya- suspiró ella con mucho énfasis- Sé que serías incapaz de arriesgar nada por mí.

Entonces Alonso se levantó de un brinco y dijo:

– Por ti, Beatriz, sería capaz de hacer cualquier cosa.

Y diciendo esto, salió corriendo de la estancia. Lo último que oyó Beatriz fue el sonido de su caballo al galope.

La terrorífica noche de Todos los Santos en el Monte de las ánimas

Aquella noche, Beatriz se retiró a la cama a medianoche, sin que Alonso hubiera regresado del Monte de las ánimas. Algo intranquila, intentó dormir pero enseguida se despertó sobresaltada: comenzó a escuchar ruidos lejanos, sonidos de lobos aullando, gritos aislados que se perdían como un eco en la distancia.

Beatriz intentó alejar los pensamientos negativos de su cabeza y volver a dormir, pero no podía. A ratos sentía un helador silencio o un terrorífico grito; a ratos el susurro de una voz ininteligible, las pisadas de huesos sobre la madera, el viento golpeando con furia los cristales.

Beatriz comenzó a sentir miedo. Se tapó con la sábana, cada vez más, hasta cubrir por entero su cabeza. Entonces sintió unos pasos, que se acercaban atravesando las puertas hasta su lecho. Luego silencio, un silencio aterrador que no la dejó dormir en lo que quedó de noche.

Y ya con los primeros rayos de luz, decidió temblorosa levantar un poco las sábanas que cubrían sus ojos. Entonces, estalló en un grito agónico de horror, al tiempo que entraba en su cuarto una criada para darle la fatal noticia de la muerte de Alonso. La criada al entrar se encontró a Beatriz agarrada a su cómoda, pálida, aterrada, con la mirada clavada en una cinta azul ensangrentada que alguien había dejado junto a ella esa noche. La joven estaba muerta de miedo.

Cuentan algunos cazadores de la zona que desde entonces, cada noche de ánimas, alguna de las personas que se quedaron atrapadas en el Monte, vieron a los esqueletos de nobles y templarios luchar, y muy cerca, a una hermosa mujer de cabellos oscuros correr sin tregua, descalza alrededor de la tumba de Alonso.

(Adaptación de ‘El monte de las ánimas’, hecha por Estefanía Esteban)

Reflexiones sobre la leyenda del Monte de las Ánimas

Esta leyenda de Bécquer, ‘El Monte de las ánimas’, es una de las más terroríficas, sin duda. Más cerca de las historias de Allan Poe, es la menos romántica y más modernista de sus leyendas. En esta ocasión la sitúa en tierras sorianas, aunque por lo visto hay poca constancia de esta supuesta leyenda, que tal vez inventó el poeta sevillano. Sea como fuere, se trata de un relato de terror psicológico que nos invita a reflexionar sobre todos estos aspectos:

El desdén, la vanidad y la soberbia llevan a la fatalidad: La actitud desairada de Beatriz en esta leyenda, ‘El Monte de las ánimas’, es el origen de la desgracia y tragedia para Alonso, quien, enamorado, no es capaz de frenar sus impulsos para atender los ruegos de su amada. La infantil actitud de Beatriz será castigada, pero no solo ella recibe el castigo, sino también el joven ingenuo que atendió su orden. Aquí podríamos utilizar un sabio proverbio español que dice: ‘Quien juega con fuego, se quema’.

Algunos riesgos acaban mal: Desafiar una situación de riesgo puede tener dos finales. Uno feliz y otro trágico. Pero el que asume un riesgo lo sabe, que no siempre termina bien, como sucedió en esta ocasión. Beatriz no fue capaz de entender que algunas palabras y actos pueden tener una gran repercusión en los demás. No fue capaz de medir las consecuencias de sus actos y sus palabras.

El amor es ciego y cegador: En ‘El Monte de las ánimas’, en el caso de Alonso, a pesar de ser en principio un joven prudente, termina cediendo a las pretensiones de Beatriz por culpa del amor, que enciende en él una chispa imposible de apagar. El amor le lleva al trágico final sin que él pueda hacer nada. Sin embargo, él cumple su promesa, a pesar de tener que pagar por ella tan alto precio.

«Quien asume un riesgo sabe que no siempre termina bien…»(Reflexiones sobre ‘El Monte de las ánimas’)

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